Para los inversores en crédito, la resiliencia consiste en asumir los riesgos adecuados, comprender los mercados e identificar las empresas mejor preparadas de cara al futuro. Todas estas cualidades podrán ponerse a prueba a medida que el mundo se recupere de la COVID-19.

La resiliencia de los inversores se ha visto sometida a una gran presión en 2020. Sin embargo, a medida que nos adentramos en el segundo semestre, las señales del mercado y la realidad económica parecen haberse ignorado mutuamente, incluso en el mercado de crédito. Los inversores harían bien en recordar que la complacencia no tiene cabida cuando se trata de crear resiliencia en sus carteras.

Al observar los mercados primarios y los movimientos de los rendimientos en la actualidad, parece lógico pensar que el colapso del mercado en marzo fue una anomalía. Las valoraciones se han visto claramente respaldadas por las intervenciones de los bancos centrales y los gobiernos en apoyo de las economías y empresas devastadas por la COVID-19.

“En este sentido, no hay diferencias con respecto a los últimos diez años. La economía subyacente sugiere que un mayor número de empresas podría declararse en quiebra”, afirma Colin Purdie, director de inversiones en crédito de Aviva Investors.

Para ilustrar lo precaria que es la situación económica, el Fondo Monetario Internacional revisó en junio su previsión del PIB mundial, que se ha contraído un 4,9% este año.

Aunque las agencias de calificación se apresuraron a rebajar la calificación de las empresas, no cabe duda de que se producirá una nueva ronda en el futuro, así como un aumento de los impagos.[i] El 1 de julio, Fitch anunció que el número de impagos en los primeros cinco meses superó la cifra del año 2019 en su totalidad.  

Cuando se suprima el apoyo político, las empresas con modelos de negocio insostenibles se verán sometidas a presión, en la medida en que les resultará más caro o incluso imposible obtener préstamos. En ese momento, la crisis de la COVID-19 evidenciará grandes diferencias con la situación que han atravesado las empresas en los últimos diez años.

“A corto plazo, la crisis no ha cambiado nada, pero a medio plazo sí lo hará; tanto en lo que respecta a las empresas, en cuanto a quiénes serán sostenibles y quiénes no, pero también en lo que respecta a los cambios voluntarios o forzosos en los comportamientos y las tendencias de los consumidores”, añade Purdie.

Crear resiliencia en las carteras

Purdie asegura que la resiliencia de las inversiones consiste en asumir los riesgos adecuados, acordes con las expectativas de los clientes: “Se trata de entender los mercados y las empresas en las que se invierte, y asegurarse de que nos adaptamos. La resiliencia surge por el hecho de contar con un proceso sólido para asumir y gestionar el riesgo”.

Un análisis fundamental sólido y la construcción de carteras pueden ofrecer una ventaja estructural. La construcción de carteras tiene por objeto optimizar los rendimientos ajustados al riesgo e integrar la diversificación y la resiliencia en el proceso de inversión.1

Los gestores de inversiones tienden a ser optimistas con respecto a su capacidad para prever el rendimiento, lo que crea un sesgo hacia las asignaciones más arriesgadas. La construcción de carteras ayuda a detectar y reducir esos sesgos, utilizando herramientas como el análisis de la sensibilidad de las carteras en distintos escenarios. Dichos análisis ilustran el nivel de riesgo asumido para la obtención de rentabilidad y lo que le puede suceder a una cartera cuando la tesis central no se produce. Es un buen método frente a las suposiciones demasiado optimistas.

El desarrollo de la resiliencia también se basa en la diversificación de los catalizadores de los rendimientos, en el seguimiento de las correlaciones, que pueden variar a lo largo del tiempo, y en la realización de pruebas de estrés en las carteras.

Si analizamos los fundamentales a largo plazo, la resiliencia también significa disponer de un modelo de negocio que pueda adaptarse y reflejar las nuevas condiciones y tendencias. La historia está repleta de ejemplos de empresas que se opusieron al cambio y no sobrevivieron, desde Kodak hasta Blockbuster. Una característica común de las empresas resilientes es que permanecen a la vanguardia y se centran en el largo plazo.

Citando al jugador de hockey sobre hielo canadiense Wayne Gretzky: «Un buen jugador de hockey juega donde está el disco. Un grandioso jugador de hockey juega donde el disco va a estar». Si se aplica lo mismo a los negocios, las empresas resilientes pueden adelantarse a las tendencias del mercado.

En forma de V, de W o de logo de empresa

En lo que respecta al mercado de crédito, el sector de grado de inversión parece ligeramente más atractivo que el de alto rendimiento porque la mayoría de los mecanismos de apoyo de los bancos centrales están dirigidos a esas empresas. Evitar a los perdedores será fundamental.

Figura 1: Previsiones de impago a 12 meses de Moody's, antes y después de la COVID-19
Previsiones de impago a 12 meses de Moody's, antes y después de la COVID-19
Fuente: Moody’s, a 12 de junio de 2020.

“No queremos invertir en aquellos sectores cuya visibilidad futura no sea clara. No obtenemos una retribución adecuada por asumir ese riesgo”, explica Purdie.

A pesar del debate existente en torno a la forma que adoptará la recuperación, es posible que, en el caso de los inversores a largo plazo, esta cuestión no tenga tanta importancia como las tendencias económicas y sociales estructurales.

Es importante identificar las empresas menos afectadas por estos cambios y aquellas que se beneficiarán de los mismos. “Durante el confinamiento, todo el mundo ha estado pendiente del teléfono, de Internet, entre otras cosas. Es por ello que el mercado de valores estadounidense goza de buena salud, ya que es un mercado de alta tecnología, pero incluso en los mercados de crédito, las empresas de tecnología funcionan bien”, sostiene Purdie.

Los sectores defensivos, como el sanitario y el farmacéutico, que históricamente se han comportado bien durante las recesiones, siguen teniendo un buen rendimiento. También existen oportunidades en el sector financiero, a pesar del escepticismo de los inversores. 

Los criterios ESG aumentan la resiliencia

También habrá sectores que sufran pérdidas. El sector energético estadounidense constituye un ejemplo. Se ha visto afectado por la guerra de precios del petróleo que enfrentó a Rusia y Arabia Saudita a principios de 2020, pero deberá hacer frente a un problema mucho mayor en el ámbito de la demanda a medida que las economías se descarbonicen. Ahí es donde entra en juego el análisis medioambiental, social y de gobernanza (ESG), que tiene en cuenta los factores no financieros y los aplica al sector y a las empresas para entender cómo evolucionan las tendencias.

El compromiso de los inversores también desempeña un papel fundamental a la hora de impulsar a las compañías petroleras a que opten por las energías renovables.1

En cuanto a las empresas de automóviles, aquellas que están adoptando la tecnología de los vehículos eléctricos permanecerán a más largo plazo, mientras que las que se limiten a los motores de combustión interna desaparecerán. “El sentimiento del mercado actuará en su contra o se verán abocadas a abandonar la actividad por causas normativas o judiciales”, apunta Purdie.

Los criterios ESG ayudan a descubrir las tendencias a largo plazo que la COVID-19 ha colocado en el punto de mira, desde la transición a un sistema energético bajo en carbono hasta la diversidad.2

“¿Hasta qué punto la gente va a pensar que los criterios ESG son importantes desde el punto de vista de la inversión? Tanto si se trata de plásticos como de aviones, la COVID-19 pone de relieve que todos quieren hacer las cosas de manera diferente. La creación de carteras de crédito resilientes dependerá en gran medida de que se entienda esta tendencia”, añade Purdie.

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