Cómo pueden los inversores reformar los mercados y contribuir a la lucha contra el cambio climático.
Hace algunos años, tuvimos un momento de repentina inspiración relacionado con los criterios ESG. Pese a todo lo que conseguimos a través de nuestros compromisos corporativos a nivel microeconómico, estos carecerían de sentido si no abordamos los fallos existenciales del mercado a nivel macroeconómico.
Para lograrlo, se requiere diplomacia y un profundo conocimiento y comprensión de los sistemas
Así pues, la clave residía en encontrar un modo de contribuir a la reforma del mercado: el terreno de juego en el que participan los distintos actores financieros, desde los pensionistas y ahorradores hasta los inversores institucionales, los bancos y los propietarios de activos, pasando por los reguladores, las agencias de calificación crediticia y los proveedores de índices. No obstante, conseguir algo semejante es toda una proeza. Para lograrlo, se requiere diplomacia y un profundo conocimiento y comprensión de los sistemas: sobre el grado de complejidad de los mercados financieros, su constante evolución y los cambios que experimentan, así como se ha de contar con una consciencia de los peligros que revisten las consecuencias indeseadas.
Como explica Donella H. Meadows, científica medioambiental estadounidense y autora de Thinking in Systems: A Primer: “Un sistema es un conjunto de elementos —personas, células, moléculas o cualquier otra cosa— interconectados de tal manera que producen su propio patrón de comportamiento con el tiempo. Tenemos un profundo conocimiento del funcionamiento del mundo, pero no es suficiente. Nuestro conocimiento es extraordinario; nuestra ignorancia, aún más. Podemos mejorar nuestra comprensión, pero no podemos alcanzar la perfección en este sentido”.
En consecuencia, los inversores se encuentran en una posición idónea para impulsar un cambio sistémico
Como administradores del capital de nuestros clientes, disponemos de gran parte del conocimiento, la influencia y la previsión necesarios para crear un cambio económico y social duradero. El sector financiero está presente en los demás sectores y en todas las industrias; no hay empresa ni actividad comercial ajena a su influencia. Por definición, el alcance de nuestro influjo abarca todo lo antedicho. En consecuencia, los inversores se encuentran en una posición idónea para impulsar un cambio sistémico.
Sin embargo, Rick Stathers, analista ESG sénior y especialista en cambio climático de Aviva Investors, cree que la mayoría de los ámbitos financieros subestiman los efectos interrelacionados del cambio climático. “Los economistas e inversores se limitan a asumir que X grados de calentamiento conllevarán una pérdida del Y % del PIB, sin considerar las implicaciones en la migración y la cadena de valor, ni el riesgo creciente de que superar los 1,5 °C nos conduzca a un punto de inflexión climático y provoque un aumento del calentamiento global”, explica.
A continuación se ofrecen algunos ejemplos que ilustran cómo se puede lograr un cambio sistémico significativo.
El primero es una coalición de organizaciones públicas y privadas, a cuya convocatoria contribuimos, en noviembre de 2019. La iniciativa aboga por la creación de un Grupo Internacional sobre Financiación Climática (IPCF, por sus siglas en inglés) que elabore una estrategia global de financiación de los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático positivo. Lo más preocupante es que actualmente no existe un plan de financiación coherente, sino una serie de promesas y compromisos independientes.
Esta casuística llama la atención, dada la inversión necesaria, los cambios macroeconómicos que implica y los enormes esfuerzos realizados hasta ahora por parte de un significativo número de destacados líderes de la financiación climática.
La iniciativa y su alcance están todavía en fase de desarrollo. Tras haber contribuido a avivar los principales debates políticos, el IPCF propuesto debería:
- Reunir a las instituciones financieras (p. ej., bancos, aseguradoras, gestores de inversiones) y a quienes conforman los mercados para elaborar una estrategia de transición financiera global.
- Ofrecer asistencia técnica a los países en desarrollo que deseen elaborar planes de captación de capital para sus contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN).
- Fomentar —y medir— unos flujos cada vez mayores de financiación climática por parte de todas las instituciones financieras hacia las zonas donde más se necesitan.
- Elaborar un informe anual en el que se analice la eficiencia, la eficacia y la coherencia de las distintas iniciativas internacionales en materia de financiación climática.
El siguiente ejemplo es la World Benchmarking Alliance (WBA). Su misión, inspirada en nuestra visión, es “crear un movimiento para medir e incentivar el impacto empresarial en pro de un futuro sostenible factible para todos”.
Con este objetivo en mente, se han identificado siete transformaciones clave necesarias para situar a la sociedad en una senda más sostenible. Para ayudar a impulsar el desarrollo y la transparencia, la WBA ha creado una serie de referencias para evaluar a las 2.000 empresas más influyentes del mundo, clasificándolas y midiéndolas en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los derechos humanos. Estos indicadores son de acceso y uso gratuitos, y proporcionan una información inestimable para la toma de decisiones de los inversores y para exigir responsabilidades a las empresas.
El Corporate Human Rights Benchmark, creado en 2013, es una de las principales iniciativas de la WBA. Valiéndose de la naturaleza competitiva de los mercados, desafía a 230 empresas de todo el mundo a integrar los derechos humanos en su actividad y su cultura empresarial. Ocho años después de su creación, el índice de referencia cuenta con un amplio respaldo por parte de empresas, Gobiernos, inversores y sociedad civil.
Steve Waygood, director general de inversiones responsables de Aviva Investors, considera que este tipo de iniciativas no solo son un deber fiduciario de los inversores institucionales para con sus accionistas, sino también una responsabilidad clave para actuar en el mejor interés de los clientes. La ausencia de actuación contra el cambio climático, un fenómeno que describe como “una crisis existencial y el mayor fracaso histórico del mercado”, supondría una grave dejación de funciones.
La tarea de influir en la política, el entorno de mercado y las estructuras de incentivos en pro de la toma de decisiones resulta sumamente compleja. Es una búsqueda interminable y se encuadra en lo que denominamos “macroadministración”. Si bien nunca dejaremos de implicarnos con las empresas y de afianzar las características ESG de otros activos que gestionamos en nombre de nuestros clientes, tan solo complementando estos esfuerzos con iniciativas de cambios sistémicos podremos estar más seguros (y, con suerte, orgullosos) de que logramos un impacto positivo.
Asimismo, confiamos en que los competidores y otros actores financieros principales recojan el testigo por su parte, pues el verdadero cambio sistémico requiere de una actuación conjunta. Cuantas más voces, mejor.
Nota: El compromiso, los objetivos y las exclusiones en materia de criterios ESG y climáticos pueden variar a nivel de la estrategia de inversión y de la cartera en función del país, la jurisdicción y las necesidades individuales de los clientes.