Para avanzar hacia un mundo más sostenible, es necesario invertir en empresas que transiten hacia prácticas más sostenibles.
Mirza Baig explica el decisivo papel que pueden desempeñar los inversores a la hora de abordar los retos de sostenibilidad más importantes a los que se enfrenta el planeta.
Lea este artículo para comprender:
- Lo que entendemos por una "buena" transición sostenible
- Por qué los gestores de activos tienen la doble responsabilidad para con sus clientes de ofrecer un buen rendimiento del capital y utilizarlo para intentar crear un mundo más sostenible
- Las tres formas en que los gestores de activos pueden marcar la diferencia: a través de la asignación del capital, del compromiso con empresas y gobiernos, y de la administración macroeconómica
¿Cuáles son las características de una buena transición sostenible?
Una pregunta que me hacen con frecuencia colegas y contactos externos es: "¿Cuáles son las características de una buena transición sostenible?”
La respuesta es relativamente sencilla: una buena transición es aquella en la que satisfacemos las necesidades del presente sin situar a las generaciones futuras y al planeta ante el riesgo de catástrofe por culpa de la amenaza triple e interrelacionada que supone el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la creciente desigualdad social.
Por supuesto, cómo conseguir esa transición no resulta tan sencillo. Requerirá compromiso, ingenio, recursos y colaboración absolutos entre gobiernos, entidades reguladoras y otros responsables políticos, empresas, instituciones financieras e individuos. Aquí es donde los inversores juegan un papel fundamental.
Se da por sentado que todos los inversores, desde los particulares hasta los mayores propietarios de activos, quieren asegurar su bienestar financiero y el de sus beneficiarios. Pero cada vez más a menudo, quieren asimismo que el capital que tanto ha costado ganar sirva para un propósito más amplio.
Como empresa de gestión de activos, tenemos la responsabilidad de ofrecer resultados interrelacionados y por partida doble, de forma que proporcionemos a los clientes un buen rendimiento de capital y lo utilicemos para intentar crear un mundo más sostenible, estable y próspero.
Hay principalmente tres vías de llevar esto a cabo: a través de la forma en que asignamos el capital, a través de la forma en que interactuamos con las empresas y los gobiernos en los que invertimos, y a través de la forma en que nos relacionamos con los responsables políticos para corregir los fallos del mercado. En última instancia, la salud del planeta y nuestro propio éxito, y por extensión el de nuestros clientes, depende de lo bien que gestionemos la entrega.
Para seguir un orden, primero debemos decidir dónde no colocaremos el dinero de nuestros clientes, que, dicho de manera sencilla, será en empresas, sectores o activos privados que no tengan cabida en un futuro sostenible.
En segundo lugar, debemos invertir en empresas que aporten soluciones a los mayores retos mundiales en cuestión de sostenibilidad. En nuestra estrategia de transición al capital natural, por ejemplo, esto implicará invertir en soluciones que reduzcan el impacto humano sobre la naturaleza por medio de temas vinculados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, incluida la tierra sostenible, los océanos sostenibles y la economía circular. En nuestra estrategia de transición social, esto significará invertir en soluciones que satisfagan necesidades sociales, tales como educación, salud y bienestar e inclusión financiera.
En tercer lugar, debemos identificar a los líderes de la transición, empresas que demuestren elevados estándares de conducta corporativa responsable y que compartan nuestra ambición por llevar a cabo la transición y mejorar. Entre los ejemplos, podrían incluirse empresas energéticas que busquen dar el paso a las energías renovables o empresas textiles que pretendan mejorar los derechos de los trabajadores en las cadenas de suministro. En el caso de activos reales, esto podría incluir la rehabilitación de edificios para mejorar la eficiencia energética y utilizar materiales más sostenibles.
En lo que respecta al compromiso para con las empresas y los gobiernos en los que invertimos, y para con los deudores a los que prestamos dinero en nuestro negocio de financiación inmobiliaria, se trata de una aportación fundamental en nuestro proceso de inversión, que nos permite identificar oportunidades atractivas y mitigar los riesgos. Cuando es eficaz, el compromiso es bueno para los clientes, el negocio y la sociedad en general.
Tomemos como ejemplo la implicación en asuntos relacionados con el clima. Sería fácil concluir que, como la parcela energética es la que más contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero (alrededor del 75 por ciento), si nos centrásemos en los productores de energía y los presionáramos para que sustituyesen los combustibles fósiles por parques eólicos, podríamos solucionar la crisis climática. Sin embargo, no es así como se estructura la economía ni como funciona el ecosistema energético.
Las emisiones procedentes de la energía tienen lugar principalmente en el punto de uso y los cinco sectores que más emisiones de gases generan son la energía, el transporte, la construcción, la industria y la agricultura. Por lo tanto, un plan integral de intervención frente al cambio climático debe tener en el punto de mira no solo a los mayores productores y proveedores de energía, sino también a los usuarios más relevantes de sectores como el acero, la construcción y el transporte marítimo.
Lamentablemente, a estos usuarios no les basta simplemente con pulsar un interruptor para realizar el tránsito a las energías renovables. Es en este punto donde los inversores deben verdaderamente abogar de manera intensa y activa por el cambio. No podemos emitir declaraciones genéricas sobre la necesidad de aplicar estrategias sostenibles; debemos ser más minuciosos y detallar las acciones específicas que esperamos en torno a la estrategia, los gastos de capital, los incentivos de gestión, etc.
También necesitamos un método riguroso y objetivo para evaluar cómo están progresando las empresas y ser lo bastante audaces como para deshacernos de las inversiones si no responden a nuestro compromiso y van más allá de nuestra tolerancia al riesgo. Esto es implicación con uñas y dientes y demuestra que estamos dispuestos a predicar con el ejemplo.
Por último, debemos estar dispuestos a desafiar a los gobiernos y a otros responsables políticos cuando los mercados no controlados arrojen resultados no del todo satisfactorios para la sociedad, desde no determinar los costes reales de las emisiones de carbono, la contaminación del agua o la contaminación del aire, hasta los costes ocultos de restringir el talento mediante la diversidad y los fallos de inclusión.
Aunque la responsabilidad de garantizar la integridad de los mercados recae principalmente en los organismos reguladores y otros responsables políticos, los inversores tienen el deber de desafiar el "statu quo" cuando su experiencia los coloque en buena posición para ello. Describimos nuestras actividades para impulsar la reforma del mercado como administración macroeconómica, unas actividades totalmente acordes con nuestro compromiso con las empresas en las que invertimos y los gobiernos a nivel micro.
Aplicar parches superficiales no bastará si tenemos que hacer frente a los retos de sostenibilidad más importantes y evitar desastres ambientales y sociales. Debemos cambiar la forma en que invertimos y nos implicamos y liderar el camino hacia la reforma sistémica. Así es como los inversores pueden contribuir a que el mundo logre una transición sostenible.